La destreza de ser creativo
El informe sobre el Futuro de los trabajos del 2025 según el Foro de Economía Mundial destaca que el pensamiento creativo ocupa el cuarto lugar entre las habilidades más valoradas por los empleadores. Esto subraya la importancia de cultivar equipos que sean ágiles e innovadores, capaces de adaptarse a los retos de un entorno en constante cambio.
Me considero una persona altamente creativa. Entiendo que es la consecuencia de una vida completa de exploración artística. Para mí, el arte ha sido una constante. Comencé dibujando de niño, luego el graffiti de adolescente, la fotografía vino varios años después y con eso mi introducción al mundo del cine.
La creatividad no es un don divino que se le otorga solamente a unos pocos. Es una destreza que se desarrolla con práctica y esfuerzo. Aunque a menudo asociamos la creatividad con disciplinas artísticas, su alcance va mucho más allá. En un mundo altamente competitivo, la creatividad también se manifiesta en la resolución de problemas, en la innovación empresarial, en el diseño de estrategias y en la capacidad de adaptarse a contextos cambiantes.
Es nuestra responsabilidad como individuos desarrollar esta habilidad para mantenernos relevantes y competitivos en el entorno laboral, sin importar nuestro campo profesional.
En el libro The Creative Act de Rick Rubin, se introduce una idea poderosa: la creatividad no es un acto de hacer, sino de escuchar. Como artistas y creadores, no siempre estamos "inventando" algo nuevo, sino respondiendo a un diálogo continuo entre nosotros y el mundo que nos rodea.
Este concepto cambia la forma en que percibimos nuestro rol en el proceso creativo: dejamos de ser los únicos autores de nuestra obra y nos convertimos en catalizadores de algo más grande. Rubin describe la creatividad como un canal que se abre cuando aprendemos a observar y a escuchar con intención.
Una de las ideas más fascinantes sobre la creatividad es la noción de que las ideas no nos pertenecen, sino que existen en el universo esperando ser captadas. Nosotros, como creadores, actuamos como antenas que sintonizan con estas ideas. Esta perspectiva libera la presión de "crear desde cero" y abre la puerta a una colaboración entre nuestra experiencia, nuestras emociones y el flujo universal de inspiración.
Cuando aceptamos que somos canales, aprendemos a confiar en nuestra intuición y a prestar atención a las señales que nos rodean. El proceso creativo se convierte en un acto de descubrimiento en lugar de uno de imposición. Esto también nos invita a ser humildes, reconociendo que las ideas son regalos que debemos tratar con cuidado y respeto.
Cultivar esta sensibilidad requiere práctica. Podemos entrenar nuestra "antena" al estar más presentes en nuestras actividades diarias, al observar el mundo con curiosidad y al permitirnos el tiempo para reflexionar. Si como artistas no actuamos sobre una idea cuando surge, es posible que esta encuentre a otro receptor dispuesto a manifestarla. Las ideas tienen una urgencia propia, y nuestro papel es escucharlas y darles vida antes de que se deslicen hacia otro canal creativo. Este compromiso con las ideas no solo las materializa, sino que también fortalece nuestra conexión con el flujo creativo universal.
La intención actúa como brújula en nuestro viaje creativo. Tener claridad sobre lo que queremos lograr nos permite tomar decisiones alineadas con nuestro propósito. Cuando actuamos con intención, no solo damos forma a nuestras ideas, sino que también construimos una narrativa coherente que conecta nuestro trabajo con nuestra visión más amplia como artistas.
Por último, la creatividad no es un acto solitario. Las mejores ideas suelen surgir en contextos de intercambio y colaboración. Cuando trabajamos en comunidad, nuestras perspectivas individuales se enriquecen y nuestras ideas evolucionan. La colaboración nos desafía, nos inspira y, sobre todo, nos conecta con algo más grande que nosotros mismos. Es en este diálogo colectivo donde la creatividad encuentra su máxima expresión.